Mons. Jaume Pujol recordando palabras a San Francisco de Assís: "Francisco, ¿no ves que mi casa está en ruinas? Anda a restaurarla por mí”

El Arzobispo metropolitano de Tarragona y Primado, Mons. Jaume Pujol, nos habla de los frutos de la Navidad en su mensaje para este domingo, último de adviento:
Comienza la semana decisiva que nos conduce al gran día del nacimiento de Cristo. Si alguien no lo ha hecho ya, es momento de montar el Pesebre en cada casa, con participación de los niños si es posible, siguiendo una bonita costumbre que se remonta al siglo XIII.

Dice la tradición que mientras San Francisco de Asís se hallaba predicando por la campiña de Rieti, le sorprendió un duro invierno. En aquella soledad del bosque, y meditando el Evangelio de San Lucas en aquellas circunstancias, se le ocurrió construir un cobertizo de paja para reproducir el nacimiento de Jesús narrado por el evangelista. Pidió a los vecinos un burro y un buey y así se representó el primer belén viviente del mundo.

Cada año me congratulo de poder animar a la gente a visitar esos pesebres que se construyen en las diversas poblaciones de la Archidiócesis, algunos de gran tamaño y con un arte ciertamente admirable. También celebro la instalación de los “Retaules de Nadal”, una bella iniciativa que se representa por estas fechas en las calles de Reus.

En el escrito que me pidieron para esta ocasión he querido señalar que cuando recibimos a una persona importante, como hemos hecho recientemente con la visita de Benedicto XVI, nos preparamos para hacerlo lo mejor posible; evitamos, por ejemplo, que encuentre nuestra casa desordenada. Con la llegada del Señor hemos de prepararnos con mayor motivo, con obras de misericordia, humildad, compasión y solidaridad, preparando nuestra alma con una buena limpieza interior por medio de los sacramentos, particularmente con el de la Reconciliación.

Se cuenta que la inspiración que movió al joven San Francisco a emprender el camino a la santidad fue una voz que oyó dentro de sí y que decía: “Francisco, ¿no ves que mi casa está en ruinas? Anda a restaurarla por mí”. La casa de la Iglesia parece en algunos momentos que está en ruinas, cuando se contempla la lejanía de muchas personas hacia la fe cristiana; pero hay muchos motivos de optimismo y el primero es pensar que Dios no pierde batallas. Por lo demás, aunque nuestra sociedad se haya descristianizado en parte, ahí están unas muestras inequívocas de que conserva en el fondo una fe que algún día puede ser removida como las brasas de un fuego. Entre estas señales, la Navidad es una de las más visibles. Las ciudades y los pueblos se engalanan con luces, los comercios adoptan símbolos navideños, las familias se reúnen alrededor de la mesa y preparan el Pesebre o el Árbol de Navidad.

Hay estos días un ambiente “especial” que muchos lamentan que no dure todo el año. Nos sentimos más inclinados a atender a los pobres, a las personas solas, a quienes se encuentran en dificultad en medio de una crisis que ha extendido estos casos. La explicación es clara: va a nacer Jesús y con él nacen en nuestro corazón buenos propósitos de ser menos egoístas, de cultivar la atención a los demás, de solidaridad con los más necesitados. Estos son frutos de la Navidad.